Su significado viene a decir que el tiempo hace mella y no transcurre en vano.
La teoría más comentada sobre el origen de este dicho proviene de la transmisión que hizo Miguel de Cervantes de la experiencia de un personaje que conoció durante su cautiverio.
Resulta que el tal sujeto de Castilla la Vieja, llamado Rodrigo, le narró su apresamiento a manos de los moros, el cual fue confinado a galeras y se le encomendó, aparte de la función de remero, la de achicar el agua que entraba en la bodega. El balde que usaba para tal cometido fue su compañero de viaje durante meses. En ese tiempo, en el que envejeció sobremanera, reunió el dinero suficiente para comprar su libertad y siendo transportado por el barco que le llevaba de vuelta al hogar tuvo la mala fortuna de ser apresado de nuevo y por un capricho del azar vuelto a recluir en la misma galera. Al ver el cubo que le había acompañado durante el tiempo anterior dijo con una triste ironía "Los años no pasan en el balde pero en mi sí"
Esa frase se ha transformado hasta llegar a nuestros días tal y como la conocemos.